domingo, 17 de junio de 2012


Parravicini: arte y profecía.




Pocos podrían sospechar que algunos de sus dibujos psicografiados terminarían siendo tan precisos décadas después, en el siglo siguiente a su muerte. Si bien abundan textos de entre todos los ejercitantes de la profecía de los que está poblada la historia humana, Benjamín Solari Parravicini -nacido el 8 de agosto de 1898 en Buenos Aires- completaría los suyos , escuetos, con ilustraciones esclarecedoras sin más pretensiones estéticas que las de servir de complemento al mensaje. Acompañado, al parecer, de su copa de Jerez y tras la solemnidad de algún rezo, Benjamín, con sus ojos girados hacia el cénit, se disponía a entrar en actividad, con trazos sencillos, casi como si de meros bocetos de un naíf incoloro sobre servilleta de papel se tratase.





Así, de entre cientos de estos dibujos, al margen de otras obras plásticas suyas en manos de colecciones privadas algunas de ellas, en el año 1939 plasmó uno de estos guiños al futuro al cual muchos creyeron hallar reflejo en el doble ataque aéreo al World Trade Center de New York, el 11 de septiembre del 2001, 62 años después: "La libertad de Norteamérica perderá su luz, su antorcha no alumbrará como ayer y el monumento será atacado dos veces". El efecto sorpresa lo ofrecen sus dibujos asociados al mensaje, donde aparecen tanto La Estatua de la Libertad como un híbrido entre ésta y las dos Torres Gemelas, portando una de ellas nuevamente un híbrido entre la antorcha y la antena de telecomunicaciones de la torre norte, el WTC 1, con un fondo ocupado por edificios vacilantes, amenazando con su colapso.




En otro, también del 39, en el que Parravicini denota desasosiego con pesadumbre y muerte, la referencia expresa contenida en el mismo dibujo es a Japón con la siguiente advertencia: "Ruido de ruidos ensordecerán las alturas. La bomba F". En él, podríamos alcanzar a ver un esbozo de la isla de Honshu, la principal isla del archipiélago japonés golpeada en su costa del Pacífico por la representación gráfica de un seísmo a través de unos anillos concéntricos. Sin embargo, el mensaje nos advierte sobre la "bomba F"...

Y es que, a pesar de lo ferozmente devastador que ha resultado ser el terremoto del 11 de marzo de 2011 de magnitud 9,0 y el subsiguiente tsunami con olas de hasta 40,5 metros, con más de 15.000 muertes, el verdadero peligro latente -y a su vez permanente e imprevisible en muchas de sus consecuencias medioambientales- es el nuclear a raíz de los graves incidentes acaecidos en la central de Fukushima Daiichi o Fukushima I. La "bomba F" de Fukushima, aún generadora de secuelas sobrecogedoras a día de hoy, podría convertirse con el discurrir de los años en un foco de acción tan letal como silenciosa -a menos que la hiciésemos manifiesta con un contador Geiger-, con daños directos y evaluables tanto sobre la población más cercana al punto de origen de las radiaciones como globales a través, fundamentalmente, de la contaminación de la cadena alimenticia oceánica. Guiños al futuro de un Benjamín Solari Parravicini artista y profeta.






Hedor a chamusquina y cortinas de humo (el “Caso Windsor”).




Sabido es por todos que huelgan ejemplos a lo largo de la historia de la realidad superando con creces a la ficción. Pero mucho me temo que en el caso que acaparó nuestra atención televisiva en los días siguientes a la madrugada del 12 al 13 de febrero del 2005, nos quedaremos con la duda de saber si esta vez se volvería a cumplir la máxima o, por el contrario, correspondería el turno a la excepción de la misma. La noche con su telón de sombras se prestó como escenario y remarcó, más si cabe, la espectacularidad del incendio en la capital, cual mastodóntica antorcha. Más de uno y una habrían rememorado a Steve McQueen y Paul Newman en las más agónicas escenas de "El coloso en llamas" de no ser porque permanece aún fresca la sobresaltada jornada del 11-S. Acontecimientos de esta índole, de esos que rompen con el rutinario, robótico way of life urbanita, hacen saltar los resortes fabuladores de nuestras mentes. Así, algunos quisieron ver lo que quisieron ver... y se fueron para cama embriagados con el misterio y el hervor de la fantasía. Nada de malo en ello. Y nada que ver con el oficio de los otros, los de siempre y los de nunca por gozar de la patente del anonimato –los superiores desconocidos- que, fieles a su guión, trataron de echar arena al ojo indiscreto, ese que en los últimos años nos acerca más que ningún anticipado profesional de la información al pie del cañón de la imprevisible actualidad, el de la tecnología al servicio doméstico. Poco hay más aséptico e incómodo en ocasiones que el objetivo de una videocámara.

Las dudas se agolparon ante todos los que siguieron el hilo de las investigaciones e informaciones que los medios sirvieron a cuentagotas. No se trata de un listado exhaustivo ni guarda orden de preferencia alguno:

¿Por qué el Ministerio de Defensa -con Bono a la cabeza en ese momento- hizo público un comunicado en el que negaba que se custodiasen documentos reservados o sensibles en el edificio cuando, con posterioridad, el Juzgado de Instrucción nº 28 de Madrid, encargado de este caso, autorizó a la empresa mercantil Comparex España el acceso a la cuarta planta con el fin de extraer “documentos reservados del Ministerio de Defensa” –documentación guardada en una caja fuerte ignífuga-?

¿Por qué la auditora Deloitte insistió en que ninguno de sus empleados se hallaba en el edificio Windsor si cinco días después –18 de febrero- la policía tomó declaración a una traductora de Deloitte presente en el edificio -¡a las 23:30 h. en pleno fin de semana!- cuando se dio la orden de desalojo?

¿Cómo se concilia el informe de la Policía Judicial en el que, basándose en el vídeo grabado por Enriqueta Fernández y su marido Carlos Just, concluye que dos personas permanecieron dentro del Windsor durante el incendio -y más de 3 horas después de ser oficialmente desalojado- con el posterior de los Bomberos a cargo de Medardo Tudela en el que, refutando el de la Policía Judicial, defiende la teoría de la ilusión visual aplicando con calzador las leyes del fenómeno de reflexión óptica?

¿Por qué a la llamada del mismo matrimonio al 112 de Madrid a las 3: 52 h. del 13/02/05 -registrada como toda llamada a la Central de Emergencias madrileña- se le dio por respuesta automática que eran bomberos sin ser derivada la consulta, por protocolo, a las autoridades pertinentes?

¿Por qué ningún miembro del cordón de seguridad se percató del forzamiento de una puerta en el sótano segundo del subterráneo de Azca ni de la manipulación de una segunda puerta en el piso segundo?

Algunas fuentes han facilitado la información de que dos de los cuatro vigilantes de la empresa Prosegur podrían estar desempeñando sus funciones en condiciones irregulares o sin contrato. ¿Es posible tamaña irresponsabilidad en una empresa de seguridad?

Dudas, inconsistencias y contradicciones. Congratúlemonos de que al final de todo este pasillo de sombras y apariencias pueda quizá haber agazapado como un ladrón de verdades el ojo frío y sin párpados de cualquier videocámara.