martes, 22 de noviembre de 2011


Las tres leyes.




Arthur C. Clarke (1917-2008), célebre escritor y divulgador científico, publicó a principios de la década de los años 60 del siglo XX una obra que navegaba entre las aguas de la ciencia y la profecía: "Perfiles del Futuro" (Profiles of the Future). Constituía una proyección visionaria del autor apoyada en datos científicos de la época con la que vaticinaba asuntos trascendentales como la determinación de la herencia biológica, el control de la gravedad, la colonización de otros planetas, la creación de humanoides o la misma posibilidad de vencer a la muerte. Pues bien, en ese ensayo el autor incluiría la primera de sus célebres tres leyes que rezaba así: "Cuando un anciano y decrépito científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado". En el mismo año de publicación de "Perfiles del Futuro", Francis Harry Compton Crick , junto con James Dewey Watson, recibían el Premio Nobel "por sus descubrimientos acerca de la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva". Casi veinte años más tarde, un liberado sexagenario Francis Crick daba a luz "Life Itself", un ensayo en el que, al margen de cualquier ortodoxia, propugnaba no solo un origen extraterrestre de la vida como podía ser el defendido por la panspermia, popularizada muchos años atrás por el químico Svante August Arrhenius, sino que iba más allá de lo defendible hasta el momento y lanzaba la idea de que la vida en la Tierra ya no solamente se habría originado en el espacio, sino que habría sido traída de forma deliberada hasta aquí. Sorprendentemente, la ciencia -o al menos una ciencia de anticipación- abrazaba a la filosofía del Renacimiento en una de sus figuras más importantes, Giordano Bruno, quien trascendiendo el cosmos finito y limitado de Aristóteles y Ptolomeo, había defendido so pena del fuego purificador de la hoguera un Universo infinito e infinitos mundos habitados como el nuestro.

La segunda ley de Clarke se dio a conocer en una edición revisada de "Perfiles del Futuro", en 1973: "La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible". Tal debe ser así que hoy personalidades como el reconocido físico Michio Kaku, autor de "La física de lo imposible" y "La física del futuro", su obra más reciente, defiende que la mayor parte de las situaciones o invenciones de las novelas y películas de ciencia ficción... ¡son posibles! Tanto como que a día de hoy se sigue comprobando que los neutrinos continúan demorándose menos que la luz en cubrir la misma distancia y no significando eso otra cosa que la posibilidad de un viaje en el tiempo... al menos para un neutrino. Cuando lo contrario sencilla e inexorablemente resultaba intocable como axioma científico hace tan solo unas semanas.

Y, finalmente, la tercera ley. La más conocida y citada: "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia." Como esta que permite que, a cientos o miles de kilómetros de distancia, me puedas leer en una pantalla fruto del desarrollo tecnológico, pero también mágica.